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Para romper el techo de cristal, hay que cambiar los cimientos.

Publicado el 11/02/2020

La ciencia tiene una deuda pendiente con las mujeres. Aunque se apueste cada vez más por políticas dirigidas hacia la igualdad y la inclusión, queda todavía mucho por recorrer. Hemos querido aprovechar una actividad que organiza CaixaForum Madrid con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, para charlar con dos de sus participantes. 

Isabel Dorado, de la Universidad Politécnica de Madrid, trabaja para predecir el impacto del cambio climático sobre los bosques y lo hace con el apoyo de una beca de posdoctorado Junior Leader. Helena Domínguez es arqueóloga y tuvo el apoyo de una beca de posgrado en América del Norte de “la Caixa” para su estancia de investigación en la University of Pennsylvania. Actualmente es profesora asociada del Área de Historia Antigua en la Universidad Rey Juan Carlos y es doctoranda en la Universidad Complutense de Madrid. Ambas reflexionan sobre su experiencia personal en un ámbito donde la presencia femenina es especialmente escasa: el trabajo de campo.  Además, Debra Joy Pérez, experta en políticas que promueven la integración de diferentes colectivos en la investigación científica, nos aporta su visión sobre el futuro de las mujeres y la ciencia.

¿El hecho de ser mujeres ha sido un obstáculo para vuestra carrera científica?

ISABEL: El ámbito en el que yo estudio, la ecología forestal, está dominado por ingenieros de montes, que suelen ser hombres. Requiere de un trabajo de campo que es duro. Al principio, durante bastantes años, me desplazaban, y solo podía tomar notas. No me dejaban hacer el trabajo físico. Pero, conforme una avanza en la carrera, ya puedes luchar para que esto no sea así. Yo ahora organizo mis propias campañas. Ya no estoy subyugada a la voluntad de un jefe que decide si puedo muestrear o no. Sí que es cierto que cada vez hay más mujeres que cogen el liderazgo en estas campañas. Pero las situaciones que se dan cuando empiezas, cuando eres más joven, creo que no han cambiado demasiado.     

HELENA: A mí me pasó lo mismo que a ti en las excavaciones. No es tan romántico como en las películas de Indiana Jones. Cuando se trata de hacer trabajo físico, como sacar tierra y ensuciarte las uñas, hay cierto reparo en que lo haga una mujer. Al menos, es lo que sucedía cuando yo estudiaba.

ISABEL.: Me sorprende que los roles de género todavía estén tan patentes: las mujeres recogiendo hojas para hacer análisis genéticos y los hombres barrenando robles. 

¿Acabar con el techo de cristal es sólo cuestión de años o deben hacerse todavía más esfuerzos en políticas de igualdad de género? 

ISABEL: Yo creo que, hasta la fecha, se han tomado medidas fundamentalmente cosméticas para desviar la atención de la discriminación de base que hay. Eso no es suficiente. Para promover un cambio que nos permita a las mujeres acceder a puestos de responsabilidad en igualdad de condiciones no se puede hacer una renovación de la fachada, se ha de tirar abajo el edificio y volver a construirlo. Para romper el techo de cristal, se han de cambiar los cimientos.

HELENA: Desde el ámbito público, legalmente los derechos son los mismos para ambos géneros, sí, pero muchas veces hay cierto amiguismo. Y en el ámbito privado, estoy de acuerdo en lo que dices. Ahí sí que hace falta una legislación más fuerte.

¿Existe alguna práctica o política que consideráis que podría implementarse y que todavía nadie se haya planteado?

ISABEL: Hay muchísimas cosas que podrían hacerse. Por ejemplo, algo que he planteado en mi universidad es que deberían darse cursos de igualdad e integración obligatorios para el personal docente investigador. Es la única manera de empezar a romper ese sesgo involuntario que tienen muchos investigadores. Sé que es una medida muy polémica, porque, de alguna manera, parece que pretendas aleccionarles como si fueran niños, pero hay que forzar un poco la máquina. Y quizás esto podría acelerar el proceso. A partir de ahí, hay que avanzar un poco. El sistema de cuotas está muy bien, ha funcionado durante un tiempo, pero no podemos maquillar la situación diciendo: “bueno, como exigimos que haya un 40 % de mujeres y cumplimos con esto, pues ya está, ya no hay discriminación”. Tienen que adoptarse medidas mucho más estrictas, más basadas en la meritocracia y menos basadas en el nepotismo, que es lo que suele haber. 

HELENA: Además, las medidas de conciliación laboral y familiar deberían continuar. Debería llegarse a la paridad, a la verdadera igualdad. De esta manera, se podría neutralizar el pretexto de las empresas para contratar hombres en base a la productividad. En la educación, yo creo que deberían implementarse prácticas que van mucho más allá de la universidad. Se debería comenzar desde la infancia.

¿Qué consejo de valor os gustaría transmitir a las niñas que quieran dedicarse a la ciencia? 

ISABEL: Hace poco me dieron uno que puse en práctica y no me ha ido nada mal. Una investigadora que tuvo que luchar mucho para estar donde está me dijo que no debería confiar ciegamente en una única persona. En un momento dado, puede dejarse llevar por un sesgo de género y fallarte. Me dijo que debía desarrollar mis propios recursos y apoyarme en ellos. Si tú estableces tu red de contactos, tejes tu red de apoyo, con eso sí puedes contar.

HELENA. A una niña que se quiere dedicar a la ciencia, lo primero que hay que decirle es que estudie lo que quiera. Yo tenía muchos profesores de ciencias en el bachillerato que me decían: haz ciencias, que al final te va a ir mejor. Pero a mí me gustaba la arqueología y, al final, fui encontrando oportunidades. Por otra parte, a veces tenemos la tendencia -y en España esto pasa mucho- de infravalorarnos. Si tú no le das valor a lo que haces, a lo que te mereces, nadie se lo va a dar. Hay que saber lo que uno vale. 

La puesta en valor de las personas, precisamente, es una de las reivindicaciones de Debra Joy Pérez, vicepresidenta sénior de Cultura Organizativa, Inclusión y Equidad de la Simmons University y experta en políticas para  la integración activa de colectivos históricamente discriminados dentro de la investigación científica. Le preguntamos sobre los retos más importantes a los que se enfrenta la comunidad a la hora de incorporar la equidad en cuestión de género.

¿Cómo podemos hacer que la ciencia sea más accesible a las mujeres?

No se trata únicamente de acceder a la ciencia; ha de cambiar toda la cultura de la ciencia, que es algo mucho más amplio. Sabemos que los laboratorios siguen siendo predominantemente masculinos. Queda mucho camino por recorrer a ámbito cultural. Existen muchas evidencias que indican que el hecho de tener equipos con un equilibrio entre géneros hace que la ciencia que se haga sea mucho mejor. De hecho, no puedes decir que tu investigación es de excelencia si no tienes a todas las voces representadas sobre la mesa. 

La diversidad es un valor por sí mismo.

Esas voces distintas deben, además, estar representadas en todas las etapas de la investigación: en el diseño de los experimentos, en la implementación, en el análisis y en la interpretación de resultados. La innovación, el liderazgo, la creatividad… todo eso procede de la equidad. Sin equidad, es imposible que una investigación alcance la excelencia.

¿Hacemos lo suficiente para lograr esta equidad?

Hay muchas organizaciones que apoyan a las niñas que quieren dedicarse a la ciencia. Lo mejor que podemos hacer es alentarlas, animarlas, para que hagan experimentos en casa, para que se preocupen por cómo es el mundo que las rodea… cualquier cosa puede servir. Porque ellas son y van al ser el futuro. 

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