«Yo también investigo para curar la ELA»
Publicado el 21/06/2025
Algo está cambiando en la lucha contra la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
Durante años, esta enfermedad neurodegenerativa ha sido sinónimo de incertidumbre, sufrimiento y falta de opciones terapéuticas. Pero en los últimos tiempos, los avances científicos están dibujando un nuevo horizonte: por primera vez, emergen terapias innovadoras, start ups especializadas e iniciativas que ofrecen resultados esperanzadores que podrían realmente transformar el futuro de la ELA.
Ese impulso colectivo no nace solo de grandes empresas o laboratorios. También toma forma en universidades, hospitales y centros de investigación de todo el mundo, allí donde investigadores, médicos y expertos trabajan día tras día con un objetivo compartido: comprender la ELA y acercarse a su tratamiento.
En el Día Mundial de la Esclerosis Lateral Amiotrófica damos voz a algunas de las personas que, en la comunidad CaixaResearch, investigan para hacer posible ese cambio y se unen en un mensaje compartido: «Yo también investigo para curar la ELA».
Entender y diagnosticar la ELA
La esclerosis lateral amiotrófica es una enfermedad neurodegenerativa progresiva y letal. Afecta a las neuronas encargadas de la actividad muscular voluntaria, imprescindibles en funciones como caminar o hablar, por lo que acaba provocando la inmovilidad de la persona y su muerte. Se calcula que afecta a 2 de cada 100.000 personas en todo el mundo. En España, aunque no existe un registro oficial, entre 4.000 y 4.500 personas padecen ELA, y cada año 700 personas desarrollan los primeros síntomas de la enfermedad, según la Sociedad Española de Neurología (SEN). Para todas ellas, la esperanza de vida media tras el diagnóstico es de cinco años, algo que supone también un duro golpe psicológico para el paciente y su círculo cercano.
«Un anuncio de diagnóstico de ELA es un mazazo vital difícil de describir. Es una catástrofe. Es la espada de Damocles que tienes encima. Es una muerte anunciada. Y es difícil, primero para el enfermo y después para los más allegados, digerir con un mínimo de racionalidad lo que está pasando porque parece que no es real, de ahí la frustración», explica en MediaHub María José Arregui, presidenta de la Fundación Luzón, una entidad con la que colabora la Fundación ”la Caixa” y que trabaja para visibilizar esta enfermedad, mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus familias, y promover la investigación.

María José Arregui, presidenta de la Fundación Luzón
Lo sabe bien Anabel Sáez Mas, becaria de la Fundación ”la Caixa” y doctoranda en el grupo del investigador CaixaResearch Óscar Fernández-Capetillo en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). «Investigar la ELA es para mí un reto personal y científico. A mi padre lo diagnosticaron mientras yo estudiaba la carrera y desde entonces he querido contribuir a entender mejor esta enfermedad», explica Sáez Mas. «La ELA es un puzle con muchas piezas. A menudo no sabemos qué la causa y hay muchas mutaciones distintas implicadas. Eso la convierte en un reto enorme que necesita respuestas urgentes».
Por este motivo participa en el grupo que dirige Fernández-Capetillo, que trabaja con el objetivo de entender las causas moleculares que inician la muerte de las neuronas motoras en los pacientes de ELA. «Entender el problema es el primer paso para tratar de encontrar soluciones. Nuestros descubrimientos iniciales apuntan a que las mutaciones asociadas a la ELA derivan en la acumulación de proteínas ribosomales defectuosas, una especie de “basura molecular” que causa toxicidad. Es un fenómeno que también se observa durante el envejecimiento», señala el investigador CaixaResearch. «En este contexto, estamos tratando de descubrir maneras de limpiar estos agregados de proteínas ribosomales, para poder explorar su potencial utilidad como una nueva aproximación terapéutica para la ELA».

Anabel Sáez y Fernández-Capetillo
Al igual que Fernández-Capetillo y Sáez Mas, la investigadora CaixaResearch Benedetta Bolognesi, del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC), trabaja para entender algunas de las causas de la enfermedad. «Nosotros nos centramos en la proteína SOD1, que alberga más de 180 mutaciones asociadas a la enfermedad», explica. Su investigación forma parte de un proyecto a gran escala con la Universidad de Wollongong y el Royal Melbourne Hospital, en Australia, para mapear el impacto de todos los cambios genéticos de SOD1 en distintos mecanismos de la enfermedad. «Esto permitirá un diagnóstico más temprano y preciso, y también sentará las bases para intervenciones terapéuticas más específicas y eficaces para todos los pacientes con ELA».

Benedetta Bolognesi
La búsqueda de biomarcadores, moléculas biológicas que se encuentran en nuestro organismo y que pueden señalar la presencia de la enfermedad, es uno de los campos de acción más importantes contra la ELA. Encontrarlos puede suponer el desarrollo de pruebas diagnósticas más rápidas y poco invasivas que podrían mejorar el pronóstico de la enfermedad. «Creo que ha habido un antes y un después en lo que se refiere a la investigación de la ELA. Hemos conseguido colocar la enfermedad en la agenda pública y social, y hacerla atractiva para los investigadores», asegura María José Arregui, presidenta de la Fundación Luzón.
Uno de los proyectos que van en esta línea se enmarca en la colaboración entre la Fundación ”la Caixa” y la Fundación Luzón. Es el proyecto de Maite Mendioroz y Ivonne Jericó, investigadoras de la Fundación Miguel Servet (Navarrabiomed). Su equipo trabaja en una técnica de diagnóstico desarrollada en el campo de la oncología para aplicarla en pacientes con ELA: la biopsia líquida. «Cuando las células degeneran y mueren liberan su contenido, incluido el ADN, en el torrente sanguíneo. Esas moléculas de ADN circulantes contienen información bioquímica sobre sus células de origen, que en el caso de la ELA son las neuronas enfermas», explica Mendioroz. «Lo que estamos haciendo es aislar y estudiar ese ADN mediante un análisis de sangre como una nueva fuente de biomarcadores para desarrollar una prueba no invasiva que ayude en el diagnóstico de estas enfermedades neurodegenerativas».

Maite Mendioroz y Ivonne Jericó
Con este objetivo trabaja también el equipo de Estela Area, investigadora CaixaResearch del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB-CSIC) Margarita Salas, aunque con un enfoque diferente. «La ELA presenta múltiples disfunciones celulares sin una causa clara. Nuestro trabajo propone que dichas alteraciones podrían tener un origen común: un defecto en la regulación del metabolismo lipídico que afecta a la función de las membranas celulares», señala. «Nuestro objetivo es realizar un análisis longitudinal de los cambios en el perfil lipídico de pacientes con ELA para encontrar biomarcadores representativos de la enfermedad que, en un futuro, puedan convertirse en nuevas dianas terapéuticas para su tratamiento».

Estela Area
Para tratar y curar la ELA
Dentro de la red CaixaResearch también se trabaja para encontrar posibles tratamientos para la enfermedad. El equipo dirigido por Ana Martínez en el Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) Margarita Salas se centra en descubrir y desarrollar candidatos a fármacos con mecanismos de acción innovadores. «Trabajamos para modular la TDP-43, una proteína del núcleo de la célula que tiene multitud de funciones en la formación de otras proteínas. Cuando se produce la enfermedad, TDP-43 abandona el núcleo y se localiza en el citoplasma, donde forma agregados tóxicos», detalla Martínez. «Nosotros hemos diseñado varias familias de compuestos que disminuyen esa toxicidad y devuelven TDP-43 al núcleo».

Ana Martínez
Por otro lado, el grupo de Manuel Portero, investigador del Instituto de Investigación Biomédica de Lleida (IRBLleida) y beneficiario de una ayuda CaixaImpulse, desarrolla un nuevo tratamiento para la ELA que podría ser aplicable al 97 % de los pacientes. «En este proyecto, hecho en colaboración con la Universidad de Oxford, trabajamos con un fragmento de ARN mensajero que corrige una alteración clave en un gen imprescindible para que tenga lugar la autofagia, un mecanismo de limpieza», explica el líder del proyecto e investigador CaixaResearch. «El trabajo combina validación preclínica, análisis de mercado y diseño de un primer ensayo clínico, y sus resultados podrían abrir la puerta a una nueva terapia para esta enfermedad incurable».

Manuel Portero
Un objetivo común
El interés científico por entender y curar la ELA no ha dejado de crecer en los últimos años. Y no es casual: la enfermedad está dejando de ser una incógnita silenciada para convertirse en una prioridad de la investigación biomédica. Así lo demuestra el trabajo de los investigadores e investigadoras de la red CaixaResearch y el compromiso de iniciativas como la Fundación Luzón, que están ayudando a colocar esta causa en el centro de la agenda científica y social.
Hoy, sus voces nos recuerdan que, lejos de ser una batalla perdida, la investigación contra la ELA es una carrera colectiva, un proceso en el que cada avance cuenta y en el que investigadores, asociaciones y pacientes son piezas clave para completar un puzle complejo, pero no imposible de resolver.