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La investigación en enfermedades raras: una apuesta de todos y para todos

Publicado el 27/02/2019

Una de cada diecisiete personas en el mundo padecerá alguna enfermedad rara en algún momento de su vida. Una realidad que contrasta con la falsa percepción de que estas enfermedades impactan en una ínfima minoría de la población. El motivo es que existen más de 7.000 enfermedades raras. Y de tan solo 800 de ellas tenemos suficiente conocimiento científico para abordarlas y afrontarlas.

Hablamos con dos investigadoras, Beatriz Llamusi, de la Universidad de Valencia (UV), y Pia Cosma, del Centro de Regulación Genómica (CRG). Llamusi, con el proyecto CaixaImpulse MBNL, promueve una solución terapéutica para la distrofia miotónica de tipo 1 (DM1), mientras que Cosma lidera un proyecto de la  Convocatoria de Investigación en Salud centrado en la retinitis pigmentosa. Ambas nos explican cómo los resultados de su investigación podrían contribuir al desarrollo de nuevos tratamientos para estas dos enfermedades todavía incurables.

Distrofia miotónica de tipo 1

En el laboratorio de Llamusi se estudia una enfermedad que, a pesar de ser minoritaria, es la causa de distrofia más frecuente en adultos. “Se puede manifestar a cualquier edad y, cuanto antes se manifiesta, más grave es. Las personas con DM1 sufren debilidad muscular y atrofia, aunque también afecta en el ámbito cognitivo, provocando apatía y somnolencia. Lamentablemente, acaban falleciendo por problemas cardíacos o respiratorios”. Encontrar un tratamiento eficaz, según Llamusi, es difícil, porque los síntomas varían mucho según el paciente.

En su investigación, Llamusi ha descubierto un mecanismo celular que se desconocía hasta ahora y que abre las puertas a un nuevo enfoque terapéutico. “Se sabía que, en los pacientes, las MBNL, un tipo de proteínas reguladoras importantes, quedaban atrapadas dentro de las células, de forma que no podían llevar a cabo su función. Nosotros hemos visto que, además, dejan de fabricarse debido a la acción de unas moléculas, las microARN”. Llamusi está estudiando la forma de remediar la situación. “Estamos desarrollando fármacos que atacan específicamente a estas microARN para que la proteína vuelva a producirse a niveles normales”. Este logro permitiría diseñar tratamientos para revertir la enfermedad.

Retinitis pigmentosa

Cosma, en cambio, trabaja con una enfermedad minoritaria que afecta a la vista, la retinitis pigmentosa. “Se produce por pérdida de fotorreceptores, que son las neuronas de la retina que convierten la luz en señales nerviosas. Se suele manifestar en la infancia y los pacientes van perdiendo la vista”. Aunque la velocidad de la progresión varía mucho, la mayoría de los afectados alcanzan los 40 años sin ningún tipo de visión.

De momento, las terapias que hay solo retrasan este proceso, pero no evitan el problema. En el laboratorio de Cosma, sin embargo, han logrado dar con un enfoque innovador. “Hemos identificado una ruta molecular que permite reprogramar células y transformarlas en fotorreceptores nuevos”. En su estudio, Cosma ha conseguido trasplantar células madre de la médula ósea a la retina dañada en modelos de ratón. De forma espontánea, las células se fusionan con células de la glía, generando células nuevas híbridas capaces de reconvertirse en nuevos fotorreceptores.

Estructura tisular de retina sana. Los fotorreceptores se visualizan en rojo. Imagen: CRG

De todos y para todos

Aunque ambas investigaciones todavía no han iniciado los ensayos clínicos, las dos científicas ponen en relieve el papel de los pacientes en el desarrollo de tratamientos. “Las asociaciones de pacientes son fundamentales. Al fin y al cabo, son ellos los que mejor conocen su enfermedad. Construyen y mantienen registros, y participan en los ensayos clínicos. Además, tienen una gran capacidad para trabajar en equipo y generar sinergias. Son ellos, muchas veces, los que ponen en contacto a los mejores equipos de investigación para colaborar en los estudios”, concluye Llamusi. 

Pero las sinergias en la investigación de las enfermedades raras no acaban aquí. A menudo, la investigación en una de estas enfermedades aporta nuevas ideas para el tratamiento de otras dolencias. Este es el caso de los estudios de Llamusi y Cosma. Por ejemplo, el tratamiento con inhibidores de microARN que está resultando tan prometedor para la DM1 podría también aplicarse a otras dos enfermedades raras, la ataxia espinocerebelosa de tipo 8 y la enfermedad del X frágil. Además, se ha demostrado que niveles elevados de proteínas MBNL podrían ser útiles en el tratamiento en determinados tipos de cánceres. En el caso de la investigación de Cosma, por su parte, la reprogramación mediada por fusión celular ya se está estudiando como posible terapia para el párkinson y, en general, para las dolencias neurodegenerativas.

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Categoría:

Investigación