El ser humano necesita producir y consumir arte
Publicado el 09/01/2020
La neurocientífica Mara Dierssen, investigadora del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona, es hija de padre neurocirujano y madre pintora. No es de extrañar que, aunque la curiosidad científica haya sido el motor de su vida profesional, su interés por el arte también la haya acompañado durante toda su carrera y le haya hecho preguntarse qué pasa dentro del cerebro cuando somos creativos y cuando observamos obras que nos parecen bellas. Hablamos con ella para entender un poco mejor en qué consiste la creatividad y hasta qué punto es importante el arte y la belleza para nuestra especie.
La neurocientífica Mara Dierssen, del Centro de Regulación Genómica (CRG).
Crédito: Carmela Baamonde
Hoy en día, parece que todo lo podemos investigar desde la ciencia, incluso algo que parece tan etéreo como la creatividad.
Por supuesto que todo se puede investigar, pero en realidad, cuando hablamos de aspectos como la creatividad, no es tan sencillo. Mediante técnicas de neuroimagen se puede observar que determinadas áreas se activan durante el proceso creativo. Pero ¿cómo medir la creatividad? Se utilizan, por ejemplo, tests de creatividad en los que se invita a los participantes, por ejemplo, a que imaginen aplicaciones para un ladrillo, completar figuras… cosas así. Pero en las condiciones en que se llevan a cabo estos estudios, en el interior de máquinas de resonancia magnética, uno no se siente particularmente creativo. Es complicado objetivar lo que pasa cuando alguien es creativo de forma natural.
Se dice que el hemisferio derecho es más artístico que el izquierdo. ¿Es eso cierto?
Por lo que sabemos, cualquier función cognitiva compleja pone en marcha una red con múltiples regiones, distribuida en ambos hemisferios y funcionando de forma coordinada. Y lo que en realidad sucede es que se activan de forma más intensa algunas redes neuronales que se solapan en ambos lados del cerebro. Algunas funciones cerebrales están lateralizadas, como el lenguaje, el uso preferente de la mano derecha, el reconocimiento facial y el procesamiento visoespacial. Activan preferentemente áreas en el hemisferio izquierdo cuando se comparan con la actividad basal, pero eso no significa que el resto del cerebro esté inactivo.
Por lo tanto, la creatividad no se localiza en un solo lado del cerebro.
No. La lateralización de la creatividad surge de la falsa creencia de que en las personas en las que domina el hemisferio izquierdo prevalece la lógica, el pensamiento racional y ordenado, mientras que, en los más creativos y con facilidad para el arte, dominaría el hemisferio derecho. Se ha llegado incluso a decir que la lateralización es un factor determinante para dedicarse a algunas carreras. Sin embargo, cuando se ha estudiado en detalle la dominancia hemisférica no se han hallado pruebas de un predominio de un hemisferio frente al otro. Nada hay, pues, que respalde estas asunciones, ya que de hecho nuestro cerebro es extremadamente plástico.
También se dice que las ondas alfa, un tipo de oscilación electromagnética producida por la actividad cerebral, son responsables de los estados creativos.
Este tipo de ondas se han relacionado con la ideación creativa, pero también aparecen en otras tareas no relacionadas con la creatividad, como cuando nos relajamos… ¿Y si en realidad las personas más creativas se supieran relajar mejor y por eso se las relaciona con este tipo de ondas?
¿Hay algún hallazgo que valga la pena señalar, más allá de falacias y simplificaciones?
Sí. El proceso creativo parece implicar la interacción dinámica de redes neuronales a gran escala. Algunos trabajos recientes sugieren que la cognición creativa recluta regiones del cerebro críticas para imaginar el futuro, activar recuerdos personales, el pensamiento simbólico, la síntesis, la asociación de ideas y la abstracción. Existe la hipótesis de que la comunicación de estas áreas corticales es mayor en las personas más creativas. Pero la realidad es incluso más compleja que esto. De hecho, la improvisación, que está muy relacionada con el proceso creativo, se basa precisamente en dejar de dirigir, hasta cierto punto, nuestro pensamiento y nuestra atención.
¿Existen otros factores que intervengan en los procesos creativos?
Sí los hay. Por ejemplo, la emoción. La corteza temporal está ligada al sistema límbico, que es la parte del cerebro que gestiona lo emotivo. Podría ser que los artistas fuesen más reactivos a las emociones. Pero hay más cosas. También pueden estar implicadas áreas motoras, visuales, o del lenguaje. Depende del tipo de actividad artística que uno lleve a cabo. No es lo mismo pintar un cuadro que componer una sinfonía o escribir una novela.
De la misma manera que muchas áreas corticales pueden involucrarse en el proceso creativo, deduzco que las ondas alfa no deben ser las únicas que participan de él.
Exactamente. Puede darse un aumento de otras oscilaciones con diferentes frecuencias, como las ondas beta, gamma o alfa, todas ellas relacionadas también con muchas otras actividades humanas. Regulan el flujo de la atención y sus frecuencias están ligadas a desatender para ganar inspiración.
Hasta ahora, hemos hablado del cerebro del artista. ¿Pero qué se sabe del cerebro del que consume arte? ¿Se sabe cómo se genera la experiencia estética, el gusto por el arte?
La neuroestética intenta entender el sustrato neurológico de la belleza. ¿Por qué algo nos resulta bello? ¿Por qué la experiencia artística nos produce placer? Los descubrimientos de los últimos quince años señalan que hay un sustrato neurológico para la experiencia estética y que este se relaciona con los sistemas cerebrales del placer. Encontrar en qué consiste nos podría también ayudar a encontrar el significado biológico del arte. En cualquier caso, siguen abiertas preguntas como esta: ¿qué consideramos que es arte? La respuesta es compleja y depende de influencias culturales, ambientales… Si preguntas a diez personas qué es arte o qué es la belleza, encontrarás diez definiciones distintas.
¿Existe ese significado biológico del arte? ¿Tiene este una función evolutiva?
Todo indica que así es. Existe una necesidad en el ser humano de producir y consumir arte. A pesar de que cada persona tenga su propio criterio individual sobre la experiencia artística, es incontestable que todas las culturas lo producen y lo consumen. Es algo universal. De hecho, desde el punto de vista evolutivo, lo que nos hace diferentes de otras especies animales son variantes genéticas relacionadas con la plasticidad cerebral, sobre todo de la corteza. Y, de alguna manera, esta plasticidad exclusivamente humana nos permite desarrollar estrategias que otras especies no muestran.
¿Qué tipo de estrategias?
Los humanos podemos generar conocimiento y transmitirlo de generación en generación. Es decir, generamos y acumulamos cultura. Y es precisamente en esta cultura donde surge el concepto de arte.
Entonces, ¿el arte tiene una utilidad biológica?
Yo creo que sí, pero su función ha ido cambiando a lo largo de la historia. El arte prehistórico probablemente tenía la misma utilidad que tiene ahora la artesanía. Lo que consideramos arte se ha ido sofisticando. Y el placer asociado a él también. El arte ha ido cambiando y, de hecho, creo que hoy en día ya no está ligado a la belleza. El arte contemporáneo requiere de un esfuerzo intelectual. Para Picasso, por ejemplo, era una mentira que servía para decir la verdad. Para Bertold Brecht, era una herramienta para cambiar la realidad.
Probablemente, los autores de las pinturas rupestres de nuestros antepasados lo hubiesen definido de otra forma.
Creo que las formas más primitivas del arte eran más intuitivas y simples. A medida que ha pasado el tiempo, la cultura se ha vuelto más compleja, y el arte, en consecuencia, también. Una pintura requiere de una percepción menos elaborada que, por ejemplo, una novela. Y seguirá siendo así, el arte seguirá evolucionando. Quizás, de aquí a 5.000 años, sea algo que no podemos ni siquiera imaginar. Es una expresión de cómo cambia el cerebro humano y cómo se va sofisticando, gracias a la acumulación de cultura.
Imagen de Bea Langa, “labailarinaclandestina”, en Brain Polyphony, un proyecto de investigación liderado por Mara Dierssen (Centro de Regulación Genómica) en colaboración con la Universitat de Barcelona y Starlab, que propone el diseño de un sistema de comunicación alternativa basado en la lectura de ondas cerebrales. El proyecto tiene dos vertientes: la primera es el diseño de una herramienta para facilitar el cuidado de personas con parálisis cerebral; la segunda es el uso de dicha herramienta para crear música a partir de las emociones.
Crédito: @Thomas Vilhelm