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Los grandes retos de la salud. Ir más allá de los límites de la investigación

Publicado el 07/04/2025

La salud es la ausencia de enfermedades o afecciones, pero también es un estado de bienestar físico, mental y social completo, tal como la define la Organización Mundial de la Salud (OMS). La salud está además en las vacunas y en los avances en inmunoterapia, en las mejoras de las condiciones de vida de las familias, las madres y los recién nacidos o en la búsqueda de curas para el alzhéimer. Y la salud también toma forma en todas aquellas investigaciones que impulsan los límites del conocimiento, en todos esos desafíos científicos que nos ayudan a encontrar soluciones para transformar el futuro y mejorar la vida de las personas. 

En el marco del Día Mundial de la Salud exploramos el papel clave de la excelencia científica frente a los grandes retos biomédicos. De la mano de investigadoras e investigadores de la red CaixaResearch, repasamos los avances innovadores que están promoviendo en diferentes áreas y que podrían marcar un punto de inflexión en el futuro de la medicina y de la salud global. 

 

Mejorar la salud de las madres y los recién nacidos

Cada año, cerca de 300.000 mujeres mueren durante el embarazo o el parto y más de 2 millones de recién nacidos fallecen en su primer mes de vida. Además, alrededor de 13 millones de bebés nacen de forma prematura, antes de completar las 37 semanas de gestación. Cuidar la salud de las madres y los recién nacidos es esencial para garantizar un futuro con familias y comunidades saludables. Por ello, coincidiendo con el Día Mundial de la Salud, la OMS ha lanzado la campaña «Comienzos saludables, futuros esperanzadores» con el objetivo de lograr que los Gobiernos y el sector de la salud redoblen sus esfuerzos para acabar con las muertes prevenibles de madres y recién nacidos. 

El reto es grande, pero en los últimos años la investigación ha dado pasos clave. «Se han logrado avances significativos en el ámbito de la salud materna, fetal y neonatal que han permitido mejorar la salud reproductiva y los resultados neonatales, como la prevención de complicaciones en el embarazo, la identificación de los casos de alto riesgo de prematuridad, el desarrollo de nuevas terapias fetales y la mejora de los cuidados intensivos para los prematuros», explica Elisenda Eixarch, experta en medicina y cirugía fetal y coordinadora del proyecto CaixaResearch Fetalife de BCNatal FMRC. Su equipo está desarrollando una placenta artificial que replique las condiciones fisiológicas del útero para lograr que los órganos de los bebés prematuros extremos puedan desarrollarse con normalidad y que mejore así su esperanza de vida. Se trata de una incubadora líquida donde el neonato se alimenta y se oxigena a través del cordón umbilical, igual que dentro del útero materno. 

Elisenda Eixarch

«La placenta artificial tiene el potencial de transformar por completo la manera en que se trata a los bebés prematuros extremos al ofrecer una alternativa que podría reducir significativamente la mortalidad y las complicaciones asociadas a la prematuridad. De hecho, ya hemos demostrado su viabilidad en modelos animales», añade Eixarch. «Con este proyecto no solo buscamos mejorar la supervivencia y el desarrollo de los bebés, sino también la calidad de vida de sus familias. La prematuridad extrema supone un enorme impacto emocional y logístico para los padres y las madres, que deben afrontar largas estancias hospitalarias y mucha incertidumbre». 

 

Vencer la resistencia a los antibióticos

El desarrollo de los antibióticos a principios del siglo XX fue uno de los grandes hitos de la historia de la medicina. Su uso generalizado ha supuesto una revolución en el tratamiento de enfermedades bacterianas y en la cirugía, y ha contribuido a alargar la esperanza de vida en todo el mundo. Sin embargo, con el paso del tiempo, los patógenos se han vuelto más y más resistentes a estos fármacos. Hoy, la OMS califica la resistencia a los antibióticos como una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo. 

Joana Azeredo, investigadora del Center of Biological Engineering de la Universidade do Minho y líder del proyecto CaixaResearch «FITTED», tiene muy presente el reto y las claves para abordarlo: «Necesitamos estrategias innovadoras que no solo eliminen las bacterias resistentes, sino que también las hagan de nuevo sensibles a los antibióticos que ya existen», explica. «Además, hay que poner el foco en desarrollar herramientas de diagnóstico más rápidas, que permitan identificar infecciones resistentes con precisión y aplicar tratamientos específicos». 

Joana Azeredo

El equipo de Azeredo está abordando el desafío desde una perspectiva innovadora: el uso de virus bacteriófagos, enemigos naturales de las bacterias, para desarrollar terapias altamente específicas. Su enfoque innovador no solo permite atacar las infecciones de manera precisa, sino que también protege la microbiota y evita muchos de los efectos adversos de los tratamientos tradicionales con antibióticos. 

«Estamos desarrollando bacteriófagos sintéticos con propiedades antibacterianas mejoradas que podemos personalizar para atacar bacterias específicas. Tenemos retos por delante, como lograr una mayor escalabilidad y su paso a la práctica clínica, pero el proyecto tiene el potencial de redefinir el tratamiento de las infecciones resistentes a los antibióticos», explica Azeredo. «Su impacto en la salud mundial puede ser significativo al ofrecer un nuevo paradigma para el tratamiento de enfermedades infecciosas que se aleja de los antibióticos de amplio espectro para reducir la mortalidad y preservar la eficacia de los antibióticos existentes». 

 

¿Podemos vacunarnos contra enfermedades desconocidas? 

Desde que el SARS-CoV-2 ―el virus que causa la COVID-19― fue caracterizado por primera vez hasta que se administró la primera vacuna para combatirlo pasaron solo 11 meses. El desarrollo en tiempo récord de tratamientos para frenar la pandemia es ya uno de los hitos de la biomedicina moderna y conecta con una larga serie de éxitos recientes en el desarrollo de vacunas eficaces, baratas y fáciles de producir, conservar y administrar. Sin embargo, para otras enfermedades, como el sida, la tuberculosis o el cáncer, todavía no existen vacunas eficaces. ¿Cómo avanza la investigación para superar los retos existentes y encontrar soluciones para estas enfermedades? 

La tuberculosis es la enfermedad infecciosa que más muertes causa en el mundo y, en particular, en los países con menos recursos, lo que pone de relevancia el contexto socioeconómico como un condicionante clave de la salud. «Actualmente existen 14 candidatos vacunales para la tuberculosis en fase de desarrollo clínico, es decir, que se están probando en humanos. Siguen dos estrategias principales: prevenir la infección o prevenir la enfermedad», explica Alberto Garcia-Basteiro, profesor asociado de investigación en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación ”la Caixa”, y coordinador del área de investigación en tuberculosis del Centro de Investigação em Saúde de Manhiça (CISM). 

Pero no solo se trabaja en vacunas para enfermedades conocidas, sino también en tratamientos para nuevas enfermedades que puedan surgir en el futuro, como sucedió con la COVID-19. El reto en este caso pasa tanto por optimizar el sistema de desarrollo como por estar preparados en cuanto a la logística y la distribución. «La Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI, por sus siglas en inglés) se creó con el objetivo de lograr que el mundo pueda responder a una amenaza de pandemia con una nueva vacuna en un máximo de 100 días», señala la experta Marta Tufet, directora de políticas de Gavi, the Vaccine Alliance, que participó recientemente en el documental Inmunidad global, de CaixaForum+ e ISGlobal. 

Las vacunas, además, se han convertido en los últimos años en un importante aliado frente a enfermedades no infecciosas como el cáncer. «Las llamadas vacunas de tratamiento se utilizan para tratar a pacientes que ya han sido diagnosticados con cáncer; no son preventivas. Su objetivo es que el cuerpo logre eliminar las células cancerígenas que queden después de un tratamiento y evitar que el cáncer vuelva a aparecer», indica Laura Angelats, investigadora del Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS), del Hospital Clínic de Barcelona. 

Laura Angelats

 

El futuro es inmune

La inmunología ha pasado de ser una disciplina emergente a convertirse en una de las claves de la medicina del futuro. Innovaciones como las vacunas de ARN mensajero o los inhibidores de puntos de control inmunitario están redefiniendo el tratamiento de muchas enfermedades infecciosas y autoinmunes, así como del cáncer. Además, su integración más reciente con la inteligencia artificial y los biomarcadores personalizados no ha hecho sino multiplicar sus posibilidades y abrir la puerta a una medicina más precisa y eficaz. 

A medida que avanzamos también surgen nuevos desafíos: «Uno de los retos más urgentes es comprender la complejidad del sistema inmunitario a escala individual para lograr terapias más precisas y extender el beneficio a la mayoría de los pacientes, al mismo tiempo que se evita la toxicidad asociada a las inmunoterapias», explica Toni Celià-Terrassa, investigador principal en el Hospital del Mar Research Institute de Barcelona, que está decidido a abordar este desafío. 

Toni Celià

«Con el apoyo de la Fundación ”la Caixa”, estamos trabajando en nuevas terapias basadas en ARN mensajero que faciliten al sistema inmunitario detectar y eliminar los tumores de forma más eficaz. Nuestro objetivo es lograr que una elevada proporción de pacientes pueda beneficiarse de estos tratamientos», señala Celià-Terrassa. «Además, la Fundación ”la Caixa” está apoyando nuestra investigación sobre la dinámica entre el sistema inmune y las células tumorales durante la metástasis, lo que podría tener un impacto importante para afinar las inmunoterapias contra la metástasis». 

Próximamente abrirá sus puertas en Barcelona el CaixaResearch Institute, el primer centro de investigación especializado en inmunología de España y uno de los primeros en Europa. «La inmunología está implicada en la mayoría de las patologías crónicas, además de en el envejecimiento y en las enfermedades asociadas a este. Por eso, su investigación y sus aplicaciones son transversales a diferentes ámbitos de la salud», añade Celià-Terrassa. «Un centro capaz de canalizar esa transversalidad es esperanzador para los avances científicos asociados a las mejoras en la salud». 

 

La compleja lucha contra el alzhéimer

A medida que la población mundial envejece, las enfermedades neurodegenerativas se vuelven más comunes. Según datos de la OMS, solo en España, más de 800.000 personas viven con alzhéimer, una enfermedad para la que todavía no hay cura, pero en cuyo conocimiento se ha avanzado mucho. El descubrimiento de varios biomarcadores para mejorar el diagnóstico del alzhéimer, el desarrollo de fármacos capaces de retrasar el deterioro cognitivo asociado a la enfermedad, así como la implementación de nuevas estrategias de prevención han sido algunos de los grandes avances de los últimos años en relación con la enfermedad. 

«De cara al futuro hay muchos retos», explica Marc Suárez Calvet, becario de la Fundación ”la Caixa” y responsable del nuevo Grupo de Biomarcadores en Fluidos y Neurología Traslacional del Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC). «El primero es lograr trasladar todo el conocimiento que tenemos de las enfermedades neurodegenerativas a la práctica clínica. Además, a escala global, es esencial implantar políticas de prevención y de educación sobre los factores de riesgo con impacto en la salud cerebral, desde los factores cardiovasculares hasta la contaminación de las ciudades». 

Marc Suárez

El grupo de Suárez Calvet tiene como objetivo desarrollar biomarcadores, descubrir nuevas dianas terapéuticas y proporcionar una mejor comprensión de los mecanismos moleculares del alzhéimer y otras enfermedades neurodegenerativas. «No hay una sola enfermedad de Alzheimer, sino que hay muchos subtipos que presentan pronósticos diferentes y síntomas diferentes, y puede que en el futuro también necesiten tratamientos diferentes. Por ello también es clave desarrollar biomarcadores que no solo detecten la enfermedad, sino que también detecten sus subtipos y los mecanismos implicados», concluye el investigador y becario de la Fundación ”la Caixa”. 

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