Con la investigación de hoy hacemos posible la salud de futuro
Publicado el 06/04/2021
En 1948, la OMS propuso dedicar el 7 de abril de cada año a dar especial visibilidad a los retos de salud a los que nos enfrentamos como especie. Desde entonces, en esta cita anual el foco ha ido cambiando: la salud mental, la asistencia sanitaria o la importancia de la alimentación, entre muchos otros. Este año, el lema del Día Mundial de la Salud recoge lo que muchos deseamos tras enfrentarnos a un año de pandemia: construir un mundo más justo y saludable para todas las personas.
Gracias a la investigación, en estos últimos 70 años hemos erradicado enfermedades como la viruela, cronificado el sida con nuevos tratamientos y estamos cada vez más cerca de cronificar también algunos tipos de cáncer. Además, la devastadora pandemia que estamos viviendo nos ha mostrado que, cuando trabajamos juntos, con la investigación podemos dar una respuesta contundente y rápida a los grandes retos de salud.
Sin embargo, somos conscientes de que todavía queda mucho por hacer. Por eso, en la Fundación ”la Caixa” hemos apoyado, y seguiremos haciéndolo, la investigación en salud para impulsar el progreso social. Lo hacemos a través del programa CaixaResearch que, gracias a las convocatorias y ayudas a proyectos de investigación e innovación, solo en el 2020 ha apoyado el trabajo de más de 2.500 investigadores y médicos en España y Portugal.
En un día tan señalado como hoy, hablamos con cuatro investigadoras del programa CaixaResearch, sobre los recientes logros en investigación biomédica y sobre cuáles son los grandes retos en salud que deberíamos trabajar desde ahora mismo para lograr que no se conviertan en nuevas pandemias mundiales.
El poder transformador de la investigación
Reducir a unas pocas líneas los grandes descubrimientos y desarrollos de la investigación en salud no es tarea fácil. Pero ante esta pregunta, las respuestas de las investigadoras CaixaResearch Sandra Acosta (de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona), Olga Genilloud (de la Fundación MEDINA, en Granada) Maria Jesús Vicent (del Centro de Investigación Príncipe Felipe, en València) y Ana João Rodrigues (de la Universidad del Miño, en Braga) nos ayudan a dibujar algunos de ellos y, sobre todo, a entender que los avances han sido muchos y muy diferentes: un reflejo de la complejidad de dar respuesta a cada enfermedad y a las necesidades de cada paciente.
Sandra Acosta nos remite a dos momentos de la primera época del siglo xxi: la secuenciación del genoma humano en el 2001 y el descubrimiento de las células madre pluripotentes, también llamadas células IPS, en el 2006. En su campo, la biología del neurodesarrollo y las enfermedades pediátricas, estos aceleraron como nunca antes las posibilidades de estudiar y tratar tumores cerebrales o enfermedades de origen genético, como es el caso del síndrome de Rett o el de Dravet. “Son enfermedades con una incidencia no muy elevada, pero que tienen una repercusión dramática en la vida de las personas que las padecen. Por ejemplo, en el caso del síndrome de Dravet, en el que estamos trabajando gracias a una ayuda CaixaResearch, las familias se enfrentan a un bebé que nace sano pero que en pocos meses inicia crisis epilépticas muy severas y frecuentes que van acompañadas de un déficit cognitivo e intelectual grave”, comenta Acosta. Con su equipo, desarrolla organoides cerebrales que se utilizarán para seleccionar los mejores tratamientos para cada paciente, es decir, para ofrecer nuevas herramientas para la medicina personalizada. “Podemos reprogramar células que obtenemos de los mismos pacientes a un estado muy inicial del desarrollo embrionario. Esto nos permite crear estructuras similares a los órganos y con todos los contenidos genéticos de cada paciente, los sepamos o no”, explica. Estos organoides no solo permiten conocer mejor cada enfermedad, sino que también se convierten en un laboratorio para evaluar la efectividad y la toxicidad de diferentes tratamientos.
Ana João Rodrigues también trabaja en neurociencias, aunque su objetivo es entender cómo el cerebro percibe y codifica los estímulos positivos y negativos, y cómo esto se traduce en comportamientos de esfuerzo o aversión en cada persona. El reto es “que todavía no sabemos qué distingue una neurona que codifica algo de forma positiva de una que lo hace de forma negativa. De hecho, esto es precisamente lo que intentamos entender con el proyecto CaixaResearch de la Fundación ”la Caixa”, explica Rodrigues. Por eso, si tiene que quedarse con uno de los descubrimientos de los últimos años, escoge la optogenética, que permite a los científicos activar e inhibir neuronas in vivo con un control espacial y temporal exquisito. “Ahora podemos activar o desactivar neuronas exactamente en el momento en que se produce el comportamiento que queremos estudiar. Esta técnica es tan poderosa que ha comportado cambios sin precedentes en la neurociencia”, añade.
Si hablamos de cáncer, ámbito en el que trabaja Maria Jesús Vicent, los descubrimientos en el campo de la prevención y la detección han cambiado la vida de muchas personas en los últimos años. Gracias a ellos tenemos programas de cribado en cánceres como el de mama o el de colon, cuya detección precoz salva vidas cada día.
Además, la identificación de biomarcadores, sobretodo con técnicas no invasivas como las biopsias líquidas, nos permiten avanzarnos a la enfermedad o saber si un paciente tiene más posibilidades de responder a un tratamiento o de recaer. “Cualquier avance en la detección precoz va a beneficiar a todas las terapias, actuales y futuras. Porque cuanto antes detectamos el tumor más fácil es tratarlo, sin que eso signifique que logremos curarlo”, explica. “El objetivo marcado por la Sociedad Española Contra el Cáncer y los expertos es que en el 2030 tengamos una supervivencia global del 70 %. Ahora es del 51 % en hombres y un 61 % en mujeres, pero esto es muy variable en función del tumor”, comenta Vicent.
En el caso de las enfermedades infecciosas, Olga Genilloud tiene claro que los tratamientos son la clave para curarlas e incluso erradicarlas. Destaca, por ejemplo, los resultados del Premio Nobel de Medicina del 2015: el descubrimiento del antiparasitario avermectina, que tiene aplicaciones en el tratamiento de enfermedades tropicales como la oncocercosis –conocida también como ceguera de los ríos– o de la artemisinina, un compuesto clave en el tratamiento de la malaria. Genilloud lidera un equipo multidisciplinar para acelerar el descubrimiento de nuevos fármacos de origen natural contra las enfermedades infecciosas, entre otras las causadas por parásitos. “Mucha gente lo desconoce, pero más del 50 % de las moléculas usadas en el desarrollo de nuevos fármacos son de origen natural”. Entre más de 200.000 muestras de bacterias y hongos esperan encontrar el punto de partida a nuevas terapias. “Concretamente, con el apoyo CaixaResearch de la Fundación ’la Caixa’ estamos investigando dos enfermedades olvidadas: la Leishmaniasis y la enfermedad de Chagas, que afectan a grandes sectores de la población en África, Sudamérica y Asia”, explica Genilloud, que trabaja en consorcio con la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi) y el Instituto Pasteur de Corea. “En un cribado inicial de nuestra librería de bacterias y hongos hemos identificado moléculas con potencial interés para tratar los parásitos responsables de la leishmaniasis y la enfermedad de Chagas. Ahora el objetivo es caracterizarlas con tecnologías de inteligencia artificial basadas en el análisis de la imagen de los propios parásitos. El objetivo es apuntar a compuestos prometedores con los que desarrollar ensayos con modelos animales y, con suerte, llegar también a los ensayos clínicos”, comenta.
Por la salud y el progreso de todas las personas
Si en algo coinciden las cuatro investigadoras es en que el futuro de la salud pasa por aplicar una medicina de precisión y personalizada. En los próximos años se realizarán diagnósticos más eficientes y precisos, y veremos aplicar terapias menos tóxicas y adaptadas a las características de cada paciente en cada momento del desarrollo de la enfermedad. Estudios moleculares y modelización con tecnologías de inteligencia artificial, organoides, nanotecnología o análisis big data, son algunas de las palabras que usan para describir investigaciones en curso que esperan den lugar a nuevos resultados transformadores.
“Se trata de ser más listos que el tumor, de bloquear todas las vías de escape”, explica Vicent en el caso del cáncer, con una estrategia que están desarrollando en el proyecto NanoPanTher contra cáncer de páncreas, apoyado por CaixaResearch. Es más, lo que aprendemos a menudo nos es útil para más de lo que imaginamos. Acosta comenta, por ejemplo, cómo su trabajo les permitió desarrollar organoides de pulmón con rapidez, con los que pudieron probar medicamentos para tratar la COVID-19, además de poder estudiar los efectos posCOVID, muchos de ellos neurológicos, en los pacientes. En el caso de las enfermedades olvidadas, añade Genilloud, el cambio es que pronto serán una realidad en Europa. “Debido al cambio climático y a las migraciones mundiales, muchas de estas enfermedades infecciosas son ahora emergentes en Europa o en otras regiones hasta ahora no afectadas”’, explica.
Otro punto en el que coinciden, es en la necesidad de cambiar ciertos hábitos para mejorar nuestra salud. Entendemos ya muy bien el efecto de tóxicos como el tabaco o el alcohol en enfermedades cardiovasculares o el cáncer. Pero eso no es todo. “Nuestro día a día a menudo es estresante: es difícil encontrar un equilibrio entre nuestro trabajo y la salud en un mercado laboral tan competitivo. Los efectos en la salud son muchos. Realmente creo que ha llegado el momento de encontrar un equilibrio más saludable,” dice Rodrigues.
En los instantes finales de nuestra conversación, hablamos de cuáles son los grandes retos que nos depara el futuro. Genilloud apunta al tsunami de las resistencias a las terapias que conocemos, especialmente a los antibióticos. “Los datos no son esperanzadores: en el 2050 tendremos más muertes por enfermedades infecciosas que por cáncer”, comenta. La solución, según Vicent, pasa por seguir apostando por la investigación e incrementar la inversión. “Vivimos más y con la edad aparecen nuevas enfermedades y más comorbilidades. Y sabemos que también habrá más pandemias. Ya lo hemos aprendido con la COVID-19: necesitamos coordinar la investigación a una escala mucho mayor –inversión pública y privada–, entre países, entre disciplinas”. A esta idea se suma Rodríguez: “más allá de las enfermedades crónicas, nos enfrentamos también a la soledad, a un empobrecimiento de la calidad de vida. Y el impacto social y económico puede ser muy alto, si no implementamos estrategias para promover una vida saludable”.
Acosta lo enfoca en términos de complejidad demográfica. “Tenemos superpoblación y además mal distribuida. Forzamos los recursos y esto provoca problemas de alimentación, con la obesidad y la malnutrición preocupantes por igual, con grandes migraciones que facilitan el auge enfermedades infecciosas. Hay que tomar medidas, para que no sean las pandemias las que regulen este problema con altos costes en vidas.”
Los retos son muchos y variados, pero en este Día Mundial de la Salud queremos leerlos en clave positiva. Con la investigación hemos llegado muy lejos y cada paso andado nos ha abierto múltiples caminos para tratar nuevas y viejas enfermedades. Iniciamos hoy otro año de investigación en salud, para que el 7 de abril del 2022 los logros sean muchos más y los retos algunos menos.