Retroceder el reloj celular como terapia contra el envejecimiento
Publicado el 29/03/2021
La población mundial está envejeciendo y lo hace a un ritmo frenético. En el 2017, el número de personas mayores de 60 años superó los 960 millones y se espera que llegue a los 2.100 millones en el 2050. Si estas cifras se confirman, en 30 años 1 de cada 5 personas en el mundo tendrá más de 60 años y, en el caso de Europa, serán 1 de cada 3.
Vivimos más años gracias a los avances en salud pública y biomedicina, pero no necesariamente vivimos con mejor salud. El cáncer, las enfermedades cardiovasculares y las neurodegenerativas crecen a la par que las personas que viven más años. Y con ellas, aumenta también la carga en los sistemas sanitarios y en las personas que las cuidan y las acompañan. Es en este contexto que la investigación de científicos como Manuel Serrano, líder del grupo Cellular Plasticity and Disease del IRB Barcelona, e investigador de ICREA, toma todo su valor y potencial.
Con el apoyo de la Fundación ”la Caixa”, Serrano y su equipo investigan las causas celulares y moleculares del envejecimiento y su relación con las distintas enfermedades para encontrar nuevas dianas terapéuticas para prevenirlas y tratarlas. El objetivo es no sólo vivir más, sino hacerlo de forma independiente y con una mejor calidad de vida el máximo tiempo posible.
El deterioro de las células
Aunque en cierto modo podemos decir que empezamos a envejecer desde el mismo momento en que nacemos, lo cierto es que no lo hacemos siempre al mismo ritmo, y que la edad no es el único factor determinante. ¿Qué ocurre exactamente a nivel molecular cuando envejecemos? “En general, hay un deterioro progresivo que está impulsado por muchos factores internos, como los errores aleatorios en los que influyen nuestros genes”, explica Serrano. “Además de los factores internos, son muy importantes los factores externos que contribuyen a agravar los daños celulares, como las infecciones virales o bacterianas, la ingesta excesiva de calorías o la exposición a toxinas como el tabaco y el alcohol”.
Cuando el daño es demasiado alto, las células dejan de dividirse y son incapaces de realizar las funciones de una célula normal. Estas son las llamadas células senescentes. En individuos jóvenes y sanos, estas células se eliminan rápidamente, lo que permite restaurar el funcionamiento normal de los tejidos. Sin embargo, a medida que envejecemos nuestro sistema inmunológico es menos eficiente en eliminarlas. De hecho, “el envejecimiento del sistema inmune es un acelerador del envejecimiento en general”’, señala Serrano.
A la caza de las células “zombis”
Cada vez hay más evidencias de que estas células dañadas que se acumulan con la edad, también conocidas como células zombis, están detrás de diversas enfermedades, en particular las asociadas con el envejecimiento, como es el caso del cáncer. “Desde hace décadas se sabe que los daños tisulares crónicos son un importante factor de riesgo para la aparición de tumores. Hoy se sospecha que la causa es la presencia de células senescentes. Las células senescentes no son tumorales pero secretan muchos factores en su entorno. Algunos de estos factores, llamados factores mitogénicos, tienen como misión original el que células próximas sanas se dividan y reparen el tejido. Esta función positiva es un arma de doble filo, pues puede ser la oportunidad para que células oncogénicas en un estado latente se activen,” explica Serrano.
Cuantas más células senescentes se acumulan en nuestro organismo, mayor es el riesgo de padecer ciertas enfermedades. “En algunos tejidos como el hígado, el riñón o el tejido adiposo pueden llegar a ser hasta el 5 % de todas las células en personas de más 80 años”, añade Serrano. En personas jóvenes puede haber una acumulación en un tejido concreto causando enfermedades como la fibrosis pulmonar, el fallo renal crónico, la aterosclerosis, la esteatosis hepática o las enfermedades neurodegenerativas. “Todas estas enfermedades se pueden considerar procesos acelerados y focalizados de envejecimiento en los que las células senescentes pueden llegar a ser el 30-50 % de las células del tejido afectado.”
Serrano y su equipo buscan nuevas vías terapéuticas que permitan purgar el cuerpo de estas células moribundas, permitiendo así que los tejidos se regeneren. Con su trabajo en el IRB Barcelona han desarrollado diversos candidatos a este tipo de fármacos, denominados senolíticos, que han funcionado bien en modelos animales con enfermedades fibróticas. “Nuestro reto ahora es refinar estos agentes para poder colaborar con grupos clínicos y probarlos en pacientes.”
A más largo plazo, su meta es entender en profundidad la biología de estas células y contribuir a mejorar la salud y aliviar más enfermedades. “Es un reto muy grande y por eso la ayuda de Fundación “la Caixa” ha sido absolutamente fundamental”, añade. “Nos ha permitido realizar proyectos ambiciosos, contratar investigadores excelentes y participar en consorcios internacionales.”
Envejecimiento saludable
El futuro de estos fármacos se anticipa muy prometedor, pero Serrano apunta también a la importancia de los hábitos para favorecer un envejecimiento saludable: una dieta equilibrada y sin excesos, el ejercicio físico moderado y una vida social y afectiva rica. “De hecho, casi todos sabemos cuáles son los hábitos saludables. Los hábitos relacionados con la comida y el ejercicio se adquieren sobre todo en la infancia y adolescencia, y posteriormente son difíciles de cambiar. Por esto es fundamental la educación en hábitos de vida saludable desde la infancia.”
Y desde una perspectiva de salud global, los parámetros a considerar son todavía muchos más, ya que la longevidad y el crecimiento poblacional han provocado también el aumento de la contaminación y la destrucción ambiental. “Estos son problemas que van mucho más allá de la salud”, concluye. “Sería ideal que la salud o el envejecimiento saludable no fuesen incompatibles con un crecimiento equilibrado, sostenible y respetuoso con el medioambiente.”