Resistencias al tratamiento del VIH
Publicado el 01/12/2016
Una nueva barrera a vencer para controlar la epidemia en los países en vías de desarrollo
Por Boris Revollo y Roger Paredes, médicos e investigadores de la Fundación Lluita contra la SIDA y el Institut de Recerca de la Sida IrsiCaixa.
A mediados de los años ochenta del siglo pasado, el momento en el que se empezó a tratar a los primeros pacientes infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) con el primer análogo de los nucleósidos, la zidovudina (AZT), se abrió una gran puerta que daría mucha esperanza a millones de personas que hasta entonces no tenían ninguna alternativa de tratamiento para su enfermedad; en esa época, ser diagnosticado de una infección por VIH era sinónimo de muerte.
En el primer ensayo clínico, en el que se administró AZT a pacientes seropositivos, se pudo demostrar que la infección por el VIH podría ser controlada y los pacientes que recibían el medicamento se morían menos y tenían menos eventos de sida (1/145), que aquellos a los que se administraba un placebo (19/137). La zidovudina prolongaba la vida de los pacientes infectados por el VIH y eso era una gran noticia. El problema era que este efecto benéfico duraba poco tiempo y desafortunadamente los pacientes presentaban recaídas de la enfermedad. En ese momento nos dimos cuenta de que el virus desarrollaba mecanismos de resistencia al tratamiento.
Este virus complejo tiene una particularidad: el material genético del VIH circula dentro de nuestro cuerpo en forma de ARN, que posteriormente es transcrito a ADN para ser integrado dentro de algunas células específicas de nuestro organismo, para que estas produzcan nuevas partículas virales. El paso de ARN a ADN se denomina retrotranscripción y es un proceso muy dinámico y altamente activo en el que se producen múltiples errores de transcripción de ARN a ADN, lo cual provoca que el virus presente mutaciones en su estructura genética que le ayudan a escapar del tratamiento antirretroviral (TAR).
Afortunadamente se han desarrollado nuevos fármacos que atacan por distintos puntos al virus para poder controlarlo totalmente. En los últimos años se han descubierto además moléculas más potentes que continúan inhibiendo al virus a pesar de que este desarrolle cambios en su estructura genética para escapar de ellos. Estos medicamentos están disponibles en los países desarrollados, por lo que podemos afirmar que actualmente tenemos todas las herramientas disponibles para poder controlar el VIH en nuestro medio. Las resistencias a los antirretrovirales son, pues, un problema marginal en los países industrializados.
Desafortunadamente, el acceso a las distintas alternativas de tratamiento para el VIH no es el mismo en los países en vías de desarrollo, principalmente en el continente africano, donde se concentra el 70 % del total de la población mundial infectada por el VIH. Actualmente, las pautas de inicio de tratamiento disponibles en estos países están basadas en medicamentos que tienen muchas probabilidades de generar resistencias si no se toman de forma adecuada, dejando medicamentos más potentes como alternativas de rescate para pacientes que fallen a los primeros. En algunos países, el acceso a esta segunda línea de tratamiento encuentra muchas trabas administrativas, y se ha llegado a administrar hasta con un año de retraso en algunos pacientes que lo necesitaban.
Más allá de los problemas para poder iniciar una segunda línea de forma inmediata, está el problema de los pacientes que se infectan con virus que ya presentan resistencias al tratamiento de primera línea, las llamadas «resistencias transmitidas». Se han descrito tasas de resistencias transmitidas a algunos de los medicamentos más usados en los países en vías de desarrollo en torno al 15-20 %, lo que supone que algunos pacientes estén recibiendo tratamientos subóptimos con el riesgo de generar aún más resistencias a los otros medicamentes que se administran conjuntamente.
Si continuamos iniciando tratamientos subóptimos y generando más resistencias, iremos agotando poco a poco las alternativas de tratamiento para los pacientes de los países en vías de desarrollo. Por tanto, lograr el objetivo de un 90 % de indetectabilidad en los pacientes tratados en estos países será cada vez más difícil y, en consecuencia, no podremos controlar la epidemia en las zonas geográficas más afectadas.
La comunidad internacional ha invertido muchos esfuerzos en ampliar el acceso al tratamiento antirretroviral (TAR) en los países en vías de desarrollo en estos últimos años. Se calcula que aproximadamente 1,2 millones de pacientes han iniciado un tratamiento antirretroviral durante el último semestre del 2015. Hasta junio del 2016 había 18,2 millones de pacientes que accedieron al TAR.
Uno de los problemas principales es que se inician tratamientos desconociendo el perfil de resistencias que puedan tener los pacientes. Los medicamentos usados presentan una barrera genética baja (probabilidad de generar resistencias) y no se cuenta, en la mayoría de los casos, con medicamentos con barreras genéticas más altas para pautas de inicio alternativas en caso de necesitarlas.
En países en vías de desarrollo es urgente implementar medidas de detección temprana de pacientes que presentan resistencias a un tratamiento en curso y poder conocer las tasas de resistencias transmitidas a los pacientes antes de iniciar un tratamiento con el fin de administrar tratamientos individualizados en cada caso. También es vital acceder a medicamentos con barreras genéticas más altas para ser utilizados en primera línea a los pacientes que las necesiten.
Más información
Institut de Recerca de la Sida IrsiCaixa
Enlaces
https://infosida.nih.gov/education-materials/glossary/1316/transcriptasa-inversa
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/26831472