miércoles 24

Inteligencia artificial: algunas reflexiones

Publicado el 24/05/2017

Post de Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC, y Luc Steels, profesor de investigación ICREA del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC).

El objetivo último de la inteligencia artificial (IA), lograr que una máquina tenga una inteligencia de tipo general similar a la humana, es uno de los objetivos más ambiciosos que se ha planteado la ciencia. Por su dificultad es comparable a otros grandes objetivos científicos como explicar el origen de la vida o del universo o conocer la estructura de la materia. El principal problema al que se enfrenta la IA es la adquisición de conocimientos de sentido común. Poseer sentido común es el requerimiento fundamental para que las máquinas actuales dejen de tener inteligencias artificiales especializadas y empiecen a tener inteligencias artificiales de tipo general. Los conocimientos de sentido común los adquirimos gracias a nuestras vivencias.

Una aproximación interesante al problema de dotar de sentido común a las máquinas es la denominada «cognición situada». Es decir, situar a la máquina en entornos reales con el fin de que tenga experiencias que la doten de dicho sentido común mediante aprendizaje basado en el desarrollo mental. Esta cognición situada requiere que la IA forme parte de un cuerpo. Esto es así porque los cerebros forman parte integrante de cuerpos que a su vez están situados e interaccionan en un entorno real muy complejo. De hecho, el cuerpo es determinante para la inteligencia ya que el sistema perceptivo y el sistema motor determinan lo que un agente puede observar y las interacciones con su entorno. A su vez, estas situaciones conforman las habilidades cognitivas de los agentes. Las aproximaciones «no corpóreas» no permiten interacciones ricas con el entorno por lo que, inevitablemente, dan lugar a falsos problemas y, por lo tanto, a falsas soluciones.

Imagen: BDebate / Jordi Cabanas

Actualmente todavía nos encontramos con importantes dificultades para que una máquina comprenda completamente frases relativamente sencillas o bien sea capaz de describir cualquier tipo de escena visual. Posiblemente la lección más importante que hemos aprendido a lo largo de los sesenta años de existencia de la IA es que lo que parecía más difícil (por ejemplo, diagnosticar enfermedades o jugar al ajedrez y al Go a nivel de gran maestro) ha resultado ser relativamente fácil y lo que parecía más fácil ha resultado ser lo más difícil. Las capacidades más complicadas de alcanzar son aquellas que requieren interaccionar con entornos no restringidos: percepción visual, comprensión del lenguaje, razonar con sentido común y tomar decisiones con información incompleta. Diseñar sistemas que tengan estas capacidades requiere integrar desarrollos en muchas áreas de la IA.

En particular, necesitamos lenguajes de representación de conocimientos que codifiquen información acerca de muchos tipos distintos de objetos, situaciones, acciones, etc., así como de sus propiedades y de las relaciones entre ellos. También necesitamos nuevos algoritmos que, a partir de estas representaciones, puedan razonar y aprender de forma robusta y eficiente sobre prácticamente cualquier tema. A pesar de todas estas dificultades, las tecnologías basadas en la IA ya están empezando a cambiar nuestras vidas en aspectos como la salud, la seguridad, la productividad o el ocio, y a medio plazo van a tener un gran impacto en la energía, el transporte, la educación y nuestras actividades domésticas.

Momento de la firma de la «Declaración de Barcelona para un desarrollo y uso adecuados de la inteligencia artificial en Europa». Imagen: BDebate / Jordi Cabanas

En cualquier caso, por muy inteligentes que lleguen a ser las futuras inteligencias artificiales, de hecho siempre serán distintas a las inteligencias humanas, debido a lo que hemos mencionado sobre su dependencia de los cuerpos en los que están situadas: el hecho de ser inteligencias ajenas a la humana y, por lo tanto, ajenas a los valores y necesidades humanas. Esto nos debería hacer reflexionar sobre aspectos éticos en el desarrollo de la IA y, en particular, sobre la conveniencia de dotar de autonomía completa a las máquinas. Estos aspectos éticos, que fueron debatidos los pasados 7 y 8 de marzo en un B-Debate, iniciativa de Biocat y la Obra Social «la Caixa», han dado lugar a la «Declaración de Barcelona para un desarrollo y uso adecuados de la inteligencia artificial en Europa».

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Categoría:

Investigación