Una llave para curar las enfermedades cerebrales
Publicado el 20/01/2021
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A finales del siglo xix, el bacteriólogo Paul Ehrlich (Premio Nobel de Medicina 1908) hizo un descubrimiento revolucionario mientras llevaba a cabo uno de sus famosos experimentos de tinción. Inyectó un tinte en el torrente sanguíneo de ratones que, sorprendentemente, tiñó todos los órganos a excepción del cerebro y la médula espinal. Lo que evitó que el tinte entrara en el cerebro fue una estructura que hoy en día conocemos como barrera hematoencefálica. Formada por una capa de capilares, esta barrera solo permite la entrada al cerebro de moléculas concretas de nuestra sangre.
A la vez que impide el paso de patógenos y toxinas nocivas, también bloquea la entrada de fármacos que podrían curar enfermedades cerebrales.